miércoles, 21 de abril de 2010

Estableciendo la disciplina en un hogar cristiano

Efesios 6:4 “Y vosotros padres no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”.

La palabra disciplina actualmente es un vocablo que genera mucha discusión en los distintos estratos: legales, políticos, sociales y familiares. Dándole una connotación negativa, que en realidad carece de fundamento. Como podemos apreciar, según el diccionario de la lengua española, la disciplina es: La observación de un conjunto de normas para mantener el orden entre los miembros de un grupo; y según la Biblia, disciplina viene de los vocablos: en hebreo musar que significa: castigo, represión, advertencia, instrucción, doctrina, enseñanza, reconvención, erudición, escarmiento, restringir. Y en griego Poideia que significa: tutoría, educación o entrenamiento, corrección disciplinaria, e instruir, y que en su palabra derivada Paideuo significa: entrenar a un niño, educar, castigar, corregir, enseñar.

Podemos concluir que la disciplina es altamente necesaria para mantener el orden y la subordinación entre los distintos miembros de un grupo, sobre todo, dentro del ámbito familiar. La que incluye: la educación, la restricción y la corrección de una persona. Como cristianos estamos llamados a su aplicación dentro del seno familiar, como lo expresan varios pasajes de la Biblia. Un texto clave sería:

Proverbios 15: 32 “El que tiene en poco la disciplina menosprecia su alma; Mas el que escucha la corrección tiene entendimiento”.

Criar a nuestros hijos en disciplina, sin tomar en cuenta a Dios y su Palabra, se convierte en la mayoría de los casos en una carga pesada, por lo que, muchos padres eluden su responsabilidad, dejándola en la madre, en algún familiar, en la maestra, en el pastor, en un psicólogo, etc., y/o la compensan con caros regalos u otros, trayendo consigo la pérdida de identidad por parte de los hijos, que la deberían adquirir de sus padres, quienes fueron instituidos por Dios como los sacerdotes de sus hogares, por todo lo cual, El les pedirá cuentas.

1 Pedro 2:9 “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis de aquel que os llamo de las tinieblas a su luz admirable”

Muchas veces como padres quedamos frustrados por los frutos obtenidos con nuestros hijos, que por nuestra irresponsabilidad, pasan a engrosar esa gran cantidad de niños y jóvenes sin porvenir que andan deambulando en las calles, o en las maras sirviendo a las redes de drogadicción, violencia, sicariato u otros. Menospreciando sus almas, sin amor, sin fe, sin porvenir y llenos de dolor y de frustración.

No se trata de que como padres seamos perfectos, pues somos humanos y en el mundo nadie nos enseña a ser buenos padres, todos aprendemos de las experiencias de otras familias a nuestro entorno y sobre todo de nuestros hogares originales con nuestros padres, y sin querer, reproducimos los buenos o malos tratos, los tipos de castigos, su responsabilidad o irresponsabilidad, etc. pero cuando estamos con Cristo, debe ser nuestro anhelo buscar y tratar de ser perfectos como lo fue nuestro padre y transmitirle esa experiencia a nuestros hijos.

Mateo 5:48 “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.

En las actuales circunstancias y sin Dios, es imposible ser buenos padres y menos perfectos , porque generalmente iniciamos nuestra misión de padres muy jóvenes, sin habernos terminado de criar, y nos encontramos viviendo de arrimados en casa de nuestros padres o nuestros suegros, que nos impide asegurar nuestro sacerdocio en el hogar, puesto que quien manda es el dueño o dueña de la casa. O nos vemos con un hogar que mantener, por lo que es necesario salir a trabajar y en la mayoría de las veces los sueldos no alcanzan, por lo que tienen que trabajar ambos padres, al mismo tiempo que estamos tratando de forjarnos un futuro, estudiando y cubriendo las necesidades básicas de un hogar y todo lo que esté conlleva.

Además tenemos como una carga pesada sobre nosotros, toda la influencia del mundo, donde la radio, la televisión, el cine, el trabajo, las amistades, etc. nos inducen por caminos pecaminosos que desagradan a Dios, como el alcoholismo, la drogadicción, la inmoralidad sexual, la corrupción, el consumismo, etc. que generalmente nos llevan a la destrucción de nuestros hogares. No hay duda de que Satanás pone el mayor empeño posible en eso, porque sabe que por cada familia que logra destrozar, esto se vuelve directamente proporcional a la destrucción de sus generaciones desde la primera y hasta la cuarta generación de las familias de sus hijos.

Éxodo 20:5b “…Porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen”.

Cada vez, estamos más necesitados de padres conforme al corazón de Dios y que con sus equivocaciones y dificultades, sean capaces de llevar hacia delante los propósitos del Señor para la educación de sus hijos, considerándolos siempre una bendición y no una carga.

Salmo 127:3-5 “He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano del valiente…Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos…”

Pero esta bendición no podrá llegar sino somos capaces de establecer una disciplina conforme lo manda Dios, para nuestras familias desde el principio.

Proverbios 29:17 “Corrige a tu hijo y te dará descanso”.

Este mandamiento del Señor no es delegable. Las personas que más influencia tienen sobre nuestros hijos (sobre todo en los primeros años) somos los propios padres, no podemos ni debemos delegarla. Dios ha hecho de la paternidad una responsabilidad sagrada, para la cual tenemos que dedicarle un buen tiempo. Recordemos que nuestros hijos no nos pertenecen, le pertenecen a Dios, El solo nos los presta, para que se los eduquemos y después se los entreguemos, para que el pueda completar la obra en ellos y darles las bendiciones que les tiene reservadas.

Deuteronomio 6:6-7 “Y estas palabras las repetirás a tus hijos estando en tu casa, andando por el camino, al acostarte y al levantarte, las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas…”

Si nosotros somos capaces de criar a nuestros hijos en disciplina esto traerá como consecuencia que ellos obedezcan, en primera instancia a nosotros como padres, a sus maestros, a las autoridades, a los pastores, etc. pero sobre todo que tengan esa identidad de hijos que les permitirá con mayor facilidad reconocer la paternidad de nuestro Padre Celestial.

Efesios 6:1 “Hijos obedeced en el Señor a vuestros padres porque esto es justo”.

Como podemos apreciar la obediencia trae honra, por lo que es de gran importancia a los ojos de Dios, ya que es a través de ella, que nosotros podemos honrar al Padre, así como a nuestros padres terrenales y esto conlleva repercusiones tremendamente positivas para los hijos. Según lo muestra su Palabra.

Efesios 6:2 y 3 “Honra a tu padre y a tu madre que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra”.

Es tan importante que logremos establecer la disciplina desde un principio en nuestros hogares, porque todas las relaciones humanas posteriores estarán basadas en haber aprendido, a través de la disciplina, la obediencia desde la infancia.

Porque las implicaciones que trae la desobediencia en nuestras vidas y la de nuestros hijos pueden ser catastróficas, y pueden llevar hasta la muerte, como nos lo indican los versículos como:

Éxodo 21:15 “El que hiere a su padre o a su madre morirá”

Levíticos 20:9 “Todo hombre que maldijere a su padre o a su madre, de cierto morirá; a su padre o a su madre maldijo; su sangre será sobre él.”

Dios a través de su Palabra pide que los hijos obedezcan y que los padres disciplinen y enseñen a obedecer a sus hijos. Este principio de autoridad deriva del Señor mismo y los hijos deben seguirlo como si lo hicieran para con Dios mismo.

Colosenses 3:20-21, 23-24. “Hijos obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor. Padres no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten… …Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”.

Muchas veces se alude a este tema de la disciplina contrarrestándolo con la frase bíblica de que los padres no deben provocar a ira a sus hijos, debemos aclarar que no los provocamos a ira con una correcta disciplina, sino que es a través de otros comportamientos como los siguientes:
  1. La sobreprotección. Cuando los padres son sobre protectores con sus hijos, sabemos que lo hacen con la mejor intensión, queriéndoles evitar cualquier peligro, pero pueden llegar a ahogarles a hacerlos inútiles, que no se pueden defender en la vida y terminan provocándoles a ira.

  2. No establecer límites. Cuando los padres no pueden o no quieren dedicarle el tiempo suficiente a educar a sus hijos en la disciplina, se vuelven permisivos, o sea todo lo contrario a la disciplina. Volviendo a sus hijos voluntariosos, indisciplinados, inseguros y al final este se siente con ira y poco amados por sus padres.

  3. Favoritismo. Otro de los errores muy comunes que cometemos los padres es cuando tenemos preferencia por uno de nuestros hijos en menoscabo del otro, por lo cual este último se sentirá inferior, menospreciado y, en poco tiempo estará con una ira contenida, que puede ser muy peligrosa.

  4. Metas no realistas para los hijos. Otras veces como padres provocamos la ira de nuestros hijos al establecerles metas que ellos no desean o para las que no son capaces, como que sean sobresalientes en algún deporte, en una carrera profesional, u otras que constituyen más nuestras propias metas que las de ellos.

  5. Desánimo. Contrario a la anterior es cuando nosotros no los creemos capaces de realizar alguna tarea que ellos se han impuesto, y constantemente lo sometemos a la crítica y le proferimos epítetos denigrantes como vos nunca podrás conseguir hacer nada bien, lo que lo llevará a tener baja autoestima, desesperación e incluso agresividad contra los que lo rodea.

  6. Indiferencia en mostrar afecto. Muchas veces somos un reflejo de nuestras propias experiencias, y si en el hogar nunca recibimos de nuestro padre o madre muestras de afecto, es lo más normal para nosotros que la relación con nuestros hijos sea fría y sin muestras de amor o cariño, haciendo que estos se sientan menospreciados, y no dignos produciéndoles desazón e ira porque toda relación afectiva y cualquier disciplina tiene que tener un profundo amor que la sustente.

  7. Autoritarismo y malos tratos. La autoridad de los padres es delegada por parte de Dios, o sea que es basada en el amor, por lo tanto es algo totalmente diferente al autoritarismo, que es basada en la imposición por la fuerza de una manera déspota, que lleva a los malos tratos. Por lo que con Cristo tenemos un modelo, El mismo nos muestra al Padre como nuestro modelo de padre para nuestros hogares, disciplinando como producto del su amor.

Hebreos 12:5-7 “…Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor. Ni desmayes cuando eres reprendido por El; porque el Señor al que ama, disciplina. Y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿Qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos y no hijos”.


Ricardo Valle S.